
La densitometría ósea es una prueba diagnóstica no invasiva que permite medir la densidad mineral de los huesos, es decir, la cantidad de minerales —principalmente calcio— presentes en su estructura. Gracias a este estudio es posible conocer el estado de salud ósea de una persona y detectar alteraciones antes de que aparezcan síntomas evidentes.
Su principal aplicación es el diagnóstico de la osteoporosis, una enfermedad caracterizada por la disminución progresiva de la masa ósea que aumenta la fragilidad de los huesos y el riesgo de fracturas. Además, la densitometría ósea se utiliza para evaluar el riesgo de fracturas futuras, lo que resulta fundamental en personas mayores, mujeres en etapa posmenopáusica o pacientes con antecedentes familiares de problemas óseos.
Otro uso relevante de esta prueba es la monitorización de la respuesta al tratamiento en personas que ya han sido diagnosticadas con osteoporosis u otras enfermedades relacionadas con la salud de los huesos. De esta forma, los especialistas pueden ajustar los tratamientos y prevenir complicaciones.
Entre las ventajas de la densitometría ósea destacan su rapidez, precisión y la baja exposición a radiación, lo que la convierte en una herramienta segura y eficaz.
En conclusión, la densitometría ósea es un examen fundamental para la prevención, diagnóstico temprano y control de las enfermedades óseas, contribuyendo a mejorar la calidad de vida de quienes presentan riesgo de pérdida de masa ósea.